sábado, 23 de julio de 2011

El beso de Borges y otros absurdos cotidianos, de Javier Iglesias


Con retraso, con mucho retraso, para mantener el abandono de este telarañoso blog, abordo la reseña de hoy. Toca comentar un libro recóndito, bipolar y afrancesado.

"El beso de Borges y otros absurdos cotidianos" es la primera obra publicada de Javier Iglesias Plaza y, para seguir con su costumbre de fracaso y derrumbe, no se le ha ocurrido otra cosa al buen señor Iglesias que publicarlo en una editorial mínima, obscura, casi ectoplasmática y, además, francesa.

Si esto no fuese suficiente para haceros desistir de su lectura, la obra ha sido lanzada en edición bilingüe. Así, todos aquellos que no tengáis ni guarra de gabacho casi os podríais sentir estafados al comprarlo, pagando el precio de un libro doblemente grueso gracias a su parte amanerada. Si acaso fuéseis capaces de toparos con el tomito, claro, que ha nacido ya casi como obra de (o)culto.

Sin embargo, como el señor Iglesias es amigo (o eso creo), tuvo a bien obsequiarme un ejemplar FOR FREE, gratis, por la patilla. Y por correo certificado. Que es como más se disfrutan las cosas. Y vaya si lo disfruté.

El beso de Borges es una recopoliación de relatos y esputos literarios anteriormente publicados en el blog del autor. Es difícil discernir el criterio que éste ha seguido para hacer la selección final, pero a fe mia que ha acertado.

Una sucesión de puñetazos y desencantos, de pedetes oníricos y autoestima por lo suelos te abren las puertas de la cabeza del señor Iglesias. Y, una vez dentro, es difícil dejar de pasear, desmandibulado por el estilo cruel y vencido de su prosa, por la curiosidad que te inocula con las primeras líneas de cada relato, y porque, en definitiva, consigue hacerte de su secta. De esa que dice que le hombre es cabrón para el hombre, que no hay salida, que todo está ya condenado y, sin embargo, merece la pena pelearse un poco, plantar cara para que te la rompan o, al menos dejar un feo, viejo y gordo cadáver como testigo de los sinsabores.

Javier Iglesias no está muerto (aunque hace tiempo que no le veo, quién sabe) pero ya ha conseguido ganar un round publicando este libro. Seguramente, Javier Iglesias es demasiado viejo y demasiado feo para aparecer en uno de esos reportajes de cartón sobre los nuevos talentos de la literatura española surgida de INTERNEC. Pero créanme, a pesar de Luna Miguel y gilipollas aledaños, Iglesias es la prueba palpable de que la red oculta (sí, oculta) talento.

Sólo hay que buscarlo y dejar de entrar a blogs literarios donde sólo ha fotografías de niñas follables.