miércoles, 8 de diciembre de 2010

Las fronteras de la ciencia, de Michael Shermer

Michael Shermer, profesor de Historia de la ciencia en UCLA, también es el director y fundador de la revista norteamericana Skeptic. Como su propio nombre indica, la revista fundamenta su razón de ser en la cruzada escéptica. Esto es: tratan de desenmascarar las teorías y majaderías que se nos venden como ciencia probada, eficaz. La homeopatía, la reflexoterapia, el creacionismo o el espiritismo, por poner sólo unos ejemplos, son oscuras disciplinas que, sorprendentemente, gozan de una salud de hierro en la actualidad, con una miríada de devotos seguidores que aseguran -de hecho muchos no mienten, de veras lo creen- que tales materias funcionan.

En Las fronteras de la ciencia, su último libro editado en España por Alba Editorial, Michael Shermer intenta llevarnos al lugar donde la ciencia real, verificada; la ciencia fronteriza y las simples barbaridades sin sentido, chocan y, a veces, se superponen.

La clave del libro es el concepto "ciencia fronteriza". A diferencia de reputados escépticos nacionales como Luís Alfonso Gámez, que desprecia con categórica seguridad cualquier cosa que a él le huela a pseudociencia o superchería; Shermer no se autoproclama adalid de la verdad absoluta. Lo que sostiene es que que la ciencia es la mejor lente que tenemos, a día de hoy, a través del cual ver el mundo. Pero hace hincapié en que a menudo es difícil descifrar cuando una disciplina es válida o no. Es ahí donde nos encontramos con la ciencia fronteriza. Disciplinas que, tras un cuidadoso y profundo análisis, tal vez puedan pasar a formar parte del corpus científico o, por el contrario, sean descartadas como vulgar aciencia. En esta difusa frontera es donde tenemos el problema que muchos categóricos se niegan a ver.

Para resolver este dilema, el libro repasa una serie de aspectos que ponen de relieve lo fronterizo como motor del avance científico. Por ejemplo, se echa por tierra muchas de las teorías de todo que tratan de reducir la complejidad del mundo a un solo principio. Se examina la obra de Darwin y Freud, explicando por qué uno es uno de los grandes científicos de la historia, mientras el otro se ha convertido en nada más que una curiosidad histórica. Y revela cómo a veces son los propios científicos los que reaccionan de forma totalmente acientífica ante el desafío que supone la aparición de un nuevo paradigma que puede ser calificado de herético por una mera cuestión coyuntural. El constructo sociohistórico empuja a los viejos hombres de ciencia a desacreditar nuevas ideas que desafían el statu quo imperante.

Según el propio Shermer, "no es fácil determinar si una teoría novedosa, quizá revolucionaria, debe admitirse en el seno de la ciencia o considerarse pseudociencia. Criterios que deberían ser puramente objetivos se rigen demasiadas veces por la moral, los prejuicios y el conservadurismo. ¿No fue herética en un principio la cosmovisión de Copérnico? Entonces ¿por qué llegaría a integrarse en el corpus ortodoxo de la ciencia?"

Una lectura recomendable que, manteniendo un espíritu puramente escéptico y crítico ante lo que nos rodea, reconoce también la necesidad de que existan personalidades heréticas en el seno de la ciencia, personalidades dispuestas a desafiar lo establecido como verdad tales como Einstein, Copérnico, Darwin o Wallace. Aunque también es necesario que, para tener en cuenta estas voces, es preciso ponerlas a prueba con los métodos más fiables posibles. Y esos son los científicos.

En fin, una obra seria y muy bien documentada, sin caer en los extremos del anarquismo epistemológico de Paul Feyerabend. Un gran ejercicio de pensamiento crítico.