lunes, 24 de mayo de 2010

On the road, de Jack Kerouac


Reseñar a estas alturas un clásico como este puede resultar un ejercicio de futilidad (no digamos un sesudo comentario de texto). Así que me voy a limitar a unas impresiones personales y a señalar algunos aspectos concretos.

Básicamente, creo que el mayor atractivo de On the road es enseñarnos cómo convertir a cualquier desarrapado que no tenga dónde caerse muerto en una estrella del rock. La obra de Kerouac (y en general el concepto mismo de aventura) convierte cualquier miserable vicisitud en un hecho especial, denso y hermoso, y revitalizó en el momento de su publicación la máxima latina del “carpe diem”. Es el mejor manual de autoayuda que se pueda comprar con dinero, facilitándonos una vía de escape de nuestros compromisos sociales a través de la lectura. Y para aquellos para los que leer no sea suficiente, es un ejemplo de que vivir intensamente es tan sólo una cuestión de echarle ganas.

Sus personajes principales, Sal Paradise y Dean Moriarty, son los alter ego del propio Kerouac y su compañero de correrías Neal Cassady, iconos desde entonces de la generación beatnik y pioneros psiconautas que marcarían el camino de toda una generación casi dos décadas después. Dean es la esencia de lo masculino y lo occidental, el último gran reducto de la voluntad indomable, sin freno ni mesura, que pasa por encima de los convencionalismos y las ataduras según sople el viento. Su colección de ex mujeres recurrentes y de hijos abandonados en el camino no deja de ser paradójicamente la consecuencia lógica de llevar al extremo ese valor tan norteamericano y tan presente en el relato que es la libertad. Sal también participa de este carácter fuertemente individualista y occidental, pero hay diferencias. En el primer viaje de Sal, en solitario, hay una voluntad de conocimiento y de integración, el viajero se fusiona con el entorno. Sal trabaja, vive y ama como un autóctono. Dean es un turista curioso y entusiasmado, pero turista, a la manera de un conquistador o un misionero, incapaz de sentir auténtica empatía ni con el medio ni con sus compañeros de viaje, a los que abandona a menudo, debido en gran parte a su incontinencia mental y a su voluptuosa personalidad. Dean no puede dejar de ser él para ser el otro, y así el final del último viaje se convierte en poco más que una orgía de universitarios de vacaciones en un prostíbulo, desvirtuando todo el trabajo anterior de conocimiento iniciático. Y ese es el gran valor metafórico de un final desencantado: El viajero humilde y abierto corre el riesgo de convertirse en un dominguero en cuanto tiene más pasta que la población local o un mendigo si tiene menos.

El comportamiento de los personajes también varía en relación a su sexo. Esta es una historia de hombres contada por hombres. A pesar de participar de muchas de las situaciones más salvajes del relato, las mujeres, salvo excepciones como la de Marylou, son los personajes juiciosos y morales que apartan a los viajeros de la carretera, que intentan sin éxito domar (y si lo consigue es por poco tiempo) la adicción de los protagonistas al vagabundeo y al desapego por lo material, o bien les ponen las maletas en la puerta al fallar en este empeño. El lugar común de la bronca por llegar a las tantas borracho después de una juerga con los amigotes está aquí lejos de ser un cliché para ser parte imprescindible de lo que Kerouac nos quiere contar.

Por otro lado los pasajes que describen las actuaciones de los músicos de jazz se han convertido en referente estilístico para críticos musicales de géneros que ni siquiera existían cuando la obra se publicó. No hay Rock&Roll propiamente dicho en On the road (a pesar de que el libro se ha convertido en referencia y paradigma de sus valores) pero su actitud y energía ya estaban ahí, en la visión de Kerouac sobre el Be-Bop. En un momento concreto, además, logra sintetizar la historia del jazz en un sólo párrafo.

Más que recomendable, un clásico de lectura necesaria.

6 comentarios:

  1. Leyendo este libro te dan ganas de mandar a tu jefe a tomar por el culo, robar un coche y amanecer al día siguiente a tresmil kilómetros de distancia. Y eso es sanísimo.

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  2. Debo ser de los pocos a los que les parece una obra tremendamente sobrevalorada, demasiado mitificada. Sin restarle virtudes, que las tiene, me parece más un producto del estar en el lugar y el momento adecuado. De todos modos, siempre merece la pena echarle un tiento y sacar tus propias conclusiones.

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  3. Estoy de acuerdo con la excesiva mitificación. Es un clásico que va a envejecer mejor que otros hitos generacionales (estilo nocilla), pero está muy anclada en su tiempo y lugar. A mi me parece la hostia, pero porque comulgo con esa filosofía y me encantan tanto la época como la localización, pero quizá no sea tan universal como nos quieren vender.

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  4. Como "way of life" está bien, pero para mí es una novela que se justifica más por lo "qué" cuenta que por el "cómo", algo que me parece bastante típico de la generación beatnik y lsdera posterior y que acabó derivando en la denostada "Generación merendilla"; y que ha acabado desembocando en personajacas insufribles como Luna Miguel y su stalker.

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  5. Coño, ni idea de qué es esto último, Milgrom. Y por lo visto no me pierdo gran cosa!

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  6. Infumable (el libro), sin discusión. ffffff! Sobrevaloradísimo.

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