jueves, 11 de marzo de 2010

Ocho lecciones sobre yoga, de Aleister Crowley


Reseñar un libro de una personalidad tan magnética y controvertida como Aleister Crowley obliga a arrojar un poco de luz sobre el autor. Lejos de biografías tremendas (en tamaño y relevancia) yo me quedo con tres cosas de Crowley: su polifacetismo, su brutal inteligencia y su chaladura.

Polifacetismo porque en su vida osciló de alpinista de élite, a drogadicto (también de élite), pasando por yogui reputado, mago de la muerte y toda suerte de intelectualidades. Brutal inteligencia porque leyendo sus textos (al menos éste que hoy nos ocupa) uno se percata de la increíble capacidad de síntesis primero, y más importante, de profunda penetración en teorías laberínticas. Chaladura porque ésto del Magick sería como Octavio Acebes de bad trip (habla aquí mi voz escéptica, que cada uno piense lo que quiera)

Teniendo esto en cuenta uno ya puede abordar el texto con garantías. Es mi recomendación que ante cualquier texto sobre el yoga, meditación u hortifruticultura se investigue previamente sobre el autor. Y es que aunque estas disciplinas puedan ser muy científicas, lo cierto es que la mayoría de literatura al respecto más que ser gris, toma unos tintes rosas impregnados por lo personal del autor.

Disculpen la inexcusablemente larga presentación y ya procedo al análisis de la obra. En ocho lecciones sobre yoga vamos a encontrarnos estructuralmente ocho conferencias publicadas en 1939 que abordan el tema de que es el yoga y cuáles son sus ramas.

El yoga para Crowley, y esto es muy importante, no es ninguna de sus ramas (el yoga no es poner posturitas, ni respirar raro cómo piensa el común de los mortales) ni tampoco ninguno de sus resultados (el yoga no es relajarse, ni estirar los músculos ni mucho menos es alegría y felicidad). El yoga es unión. Así de radical, de sencillo y de fundamental.

Antes de entrar en términos vitales o experimentales, Crowley sabiamente empieza hablando del yoga de la química, de la física y de la biología y de cómo todo ente tiende a unirse con otro para la creación de nuevos entes. Esta tendencia fundamental impregna todo nuestro ser y es origen de todo sufrimiento (lo que nos hace sufrir es estar separados, no el querer unirnos más exactamente). Conviene recordar al respecto las cuatro nobles verdades del budismo:
  1. El sufrimiento existe.
  2. El origen de esa insatisfacción es el anhelo (o deseo, sed, "tanhā")
  3. El sufrimiento puede ser extinguido (nirvana).
  4. Para extinguir el sufrimiento, debemos seguir el óctuple sendero.

El deseo del que habla el Buda es esa tendencia a la unión de la que habla Crowley. Puede pensarse que la extinción del sufrimiento provenga pues de la aniquilación del deseo y que el óctuple sendero sea un camino de áscesis que niegue todo deseo hasta su desaparición. Lejos de esto Crowley lucidamente nos muestra que la verdadera aniquilación proviene de la satisfacción profunda de este anhelo.

Todas nuestras pequeñas acciones (y es desde aquí que la teoría ha de ser formulada, no desde lejanos samadhis) han de apuntar a la unión, al yoga. Esta unión no es más que la disolución del sujeto en el objeto y al revés, satisfaciendo ese anhelo. Ejemplificando, todos hemos sentido esa dicha en la que nuestro ser (manteniendose presente, no hablamos de la orgías que anulan el yo más que diluirlo en otro) se une con el objeto estudiado (contemplación extática del arte o de la naturaleza), con la acción (danza, deporte o programación en C++) o con la persona amada.

El óctuple sendero del buda o las ocho ramas del yoga de Patanjali (que son las que estudia Crowley en esta obra) buscan pues cultivar las condiciones óptimas del hombre para la consecución de esta unión.

Estas ocho ramas (su estudio compone la mayor parte de las conferencias) son:

-Yama o peligrosamente traducido 'prohibiciones': Crowley emplea un buen rato en dejarnos claro que la traducción de determinados términos sánscritos es inútil cuando no insidiosa. En éste caso algunos pudieran entender Yama como moralidad o leyes impuestas desde fuera. El yogui no podrá tomar café de 7 a 9, escuchar La linterna de la Cope ni votar a IU dado que es tirar un voto a la basura. Cualquiera que acuda a una academia de algún yoga flipao, a lo kundalini, verá que sus practicante siguen al pie de la letra preceptos más absurdos que estos, dictados por algún iluminao pirao a lo Yogui Bajhan (el asana se practicará a las 6 de la mañana y no más de 118 repeticiones, otra combinación puede causar problemas menstruales!) o más divertido aún, anacrónicas leyes que tuvieron sentido en otra época o cultura (el yogui no aceptará jamás un presente)

El yama habría pues de entenderse óomo las restricciones necesarias para que nuestras acciones puedan tener la dirección que nosotros queremos infundirle. Para que el codo cumpla su función ha de tener la restricción de no ser doblado hacia atrás manteniendo cierta rigidez. Aplíquese ésto pues a la práctica del yoga.

- Niyama o virtud. Esta rama del yoga hace hincapié en las potencialidades del ser más que en las restricciones que debemos imponerle. En esta parte del libro es cuando más se le va la pinza con diferencia ya que hace una exposición de las distintas cualidades o virtudes humanas (todas ellas muy ciertas) desde una perspectiva astrológica. Que si Saturno es paciente y Jupiter más asertivo. No se explica a que viene semejante charlotada la verdad.

- Asana o posturas es lo que la mayor parte de los no doctos conoce de la práctica del yoga. Para Crowley el asana tiene como fin (no el wellness del Dir, cosa muy respetable por cierto) la detención de los procesos físicos estáticos. Esta quietud es necesaria para llevar a cabo determinados experimentos cuya finalidad sea la unión de nuestra percepción con en última instancia todo lo que nos rodea.

- Pranayama o control de la respiración. Aquí entra en juego el control de la parte dinámica de nuestro cuerpo, que es la respiración. Momentos de retención de la respiración sumados a un asana verdaderamente reposado son joyas para la práctica del yogui. Nótese que Crowley pasa bastante de los poderes que se emanan de la práctica del asana y el pranayama. Estos poderes no son más que la salud física y el control de las emociones. Y para algún flipao poderes de la saga Marvel. El propio Crowley afirma, al principio parece que está de coña aunque luego uno ya no sabe que creer, que en ocasiones ha levitado practicando yoga.

Las cuatro últimas ramas del Yoga son Pratyahara, Dharana, Dyana y Samadhi, se refieren al control de los sentidos, a la concentración mental, a la disolución del yo primero en objetos de experiencia y por último en el Todo, Kosmos o Google. Temáticas complejas que prefiero no glosar por humildad y por no decir demasiadas bobadas.

5 comentarios:

  1. Magnífica síntesis, lo que me resulta más revelador es el punto de partida del atrevimiento a relativizar el principio budista de negacion de todo apego como único modo auténtico de liberación.. Negar la hegemonía de ese principio y no ponerle los "peros" necesarios para no entrar en la paranoia de la ascesis o pánico al ego, puede ser un tabú difícil de superar al principio para quién decide inspirarse en la senda del Buddha. Cualquier replica del mismo tiene el peligro de ser tildada de materialista o de argumentación del tipo "ningún adolescente es problemático si se le da dinero", con lo cual es una aproximación por la tangente muy delicada.. y recomendable!, aunque sólo sea como pensamiento crítico.

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  2. Y de las biografías que nos podrías recomendar? Ya le tengo ganas a este tío después de haberle visto aparecer tanto en la obra de Alan Moore, pero no sé por dónde empezar...

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  3. Ni idea de biografías, hablaba de extractos leídos por la red, que apuntan a una vida grandilocuente y exageradísima. El Sr.Milgrom quizá pueda ayudarnos.

    He de decir que este hombre al final me da más grima que fascinación.

    Me lo imagino comiendose sus heces, por probar.

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  4. No dijiste nada y te saltas las cuatro ultimas ramas que son las mas importantes, para mi es una pesima reseña

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  5. "No dijiste nada y te saltas las cuatro ultimas ramas" es una pésima frase que cuesta entender sintácticamente. Y lo que se aventura de ella es falso, pues si que digo algo, poco, sobre esas ramas. Anyway se agradece que te molestes en comentar cuatro años después de la publicación del post.

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